martes, 5 de enero de 2010

Es tiempo de ilusión

Navidad, la única época del año en la que esperanza, las buenas intenciones y la fantasía tienen espacio reservado, por decreto, en nuestras casas. No importa que sea el entrañable anciano que se cuela por nuestras chimeneas o los camellos que se beben la leche y las galletas...Lo que realmente importa es celebrar, celebrar ese “espíritu navideño” que nos invade irremediablemente en estas fechas.

Cada uno es libre de vivir la Navidad a su gusto, ya sea con un frugal detalle navideño en casa o con un batallón entero de luces y adornos navideños que deslumbran a aquel que osa mirarlos; pero dejemos a los niños, y a los adultos que prefieren recordar cuando eran niños, que sueñen,se ilusionen, amen, rían y disfruten de estos días.


Me compadezco de los detractores de la Navidad, de verdad, sería mucho más feliz y grato dejarse contagiar de las ilusiones de sus semejantes, probablemente menos reflexivos y analistas, pero sin duda, más emotivos y entusiastas y, seguramente, prácticos. A mí me parece muy acertado que en este mundo lleno de guerras, de luchas fraticidas y de odios, de recelos y de envidias, quienes lo deseen, sea cuales fueren sus creencias y su ideología, decidan vivir la Navidad como oportunidad para el reencuentro, la ilusión, la esperanza, el perdón y el amor. ¿Hay algo más precioso y gratificante que el dar y el recibir?

Los regalos, los detalles y las atenciones con las personas que queremos están cargados de buenas intenciones y esto, sin duda, es algo necesario porque “sin ilusiones la humanidad moriría de desesperación”, como afirma Anatole France. Nos sostienen las ilusiones y la esperanza como nos revitalizan y hasta rejuvenecen los detalles y las muestras de afecto de nuestros semejantes.

Como dijo Balzac "Lo mejor de la vida son las ilusiones de la vida".

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